sábado, 13 de junio de 2009

LOS LÍMITES ORIENTALES DE LA CELTIBERIA

Para la determinación del confín oriental de la Celtiberia se parte invariablemente de la información transmitida por Estrabon (III, 4, 12) de que tal límite es la cordillera “Idubeda” y, en consecuencia, se han trazado tradicionalmente diversos mapas de la Celtiberia, con su núcleo en la Cordillera Ibérica y el valle del Jalón, en los que se apreciaba el punto de más notable proximidad al Mar Mediterráneo justamente en la zona de Segorbe, donde solía situarse la divisoria entre íberos y celtíberos (Untermann). Pero la Idubeda llega hasta las inmediaciones del Mar Mediterráneo con la Sierra de Espadán, que se baña en las mismas aguas del mar en Peñíscola, Oropesa, y Benicasim. En la costa alicantina se da una situación comparable.

Recientemente ya ha visto la luz algún mapa más en el que se muestra el límite de la Celtiberia alcanzando al Mar Mediterráneo en una franja costera de cierta amplitud, precisamente la nuestra de Castellón (Kyryl Babaev, en internet, una web de cierto Instituto de Moscú de Estudios Indoeuropeos, que patrocina el prestigioso foro “Cybalist”).

Avieno, vistos desde el Sur, sitúa a los beribraces más allá del río Turia llevando una vida paupérrima y los estudios al respecto desde Schulten los quieren ver en el Maestrazgo, la Sierra de Espadán y el valle alto del Palancia, extendiéndose hasta los linderos con el llano. Alberto Iniesta relaciona la llegada de los beribraces con la penetración en el Maestrazgo y tierras valencianas de elementos clasificables como de la primera Edad del Hierro céltico, que parecen proceder fundamentalmente de la cultura del Bajo Aragón. Con posterioridad, la expansión celtibérica afectaría y encubriría el estrato de población representado por los beribraces.

Pero este sistema montañoso, por lo menos en la parte recayente al Mediterráneo sería más bien una tierra de nadie y un nexo de unión todo lo débil que se quiera entre íberos y celtíberos, siempre más favorable en nuestra zona que en cualquier otra por la menor altura de las montañas y por la comunicación de los valles del Mijares, el Palancia, el Turia y el Júcar, por no citarlos todos. Dadas las características de uno y otro pueblo, tendería a ser ocupada la parte montañosa por los celtíberos antes que por los íberos, acostumbrados los primeros desde siempre a condiciones de vida más austeras y siendo su preferencia las tierras altas muy apropiadas para sus hábitos de vida en pequeños poblados y para las frecuentes incursiones en el área a su alcance. Precisamente esta palabra “incursión” figura entre las detectables en el léxico celta de que disponemos: *IND-TO-ARE-UKS-RET-, de RET (correr) combinado el verbo con varios preverbios o preposiciones (dentro, hacia, cerca, arriba, etc.), según McCone.

Justamente el sistema de expansión basado en incursiones o pequeñas acciones aisladas y esporádicas es tan característico de los celtas en las zonas limítrofes de su territorio, que ha recibido un nombre metafórico especial, “gun shots” (algo así como disparos de escopeta, perdigonazos, etc.) por parte de algún destacado investigador anglosajón como es el caso de Renfrew (término del que se hace eco buena parte de quienes tratan el tema). Esta idea de Renfrew es inseparable de la otra suya más general de la “celticidad acumulativa” a pequeñas dosis en lugar de invasiones por grandes oleadas. (P.e.: Julio César cuenta que por cerca de su campamento en Ilerda vio pasar una caravana de 20.000 celtas, hombres mujeres y niños, que cruzaban los Pirineos desde la Galia en dirección a Hispania).

Es curioso el enfoque de Blas Taracena (Historia de España Menéndez Pidal, Tomo I***, página 215) respecto de los olcades (según Livio “ apéndice” de los carpetanos), los lobetanos (Lobetum) y los turboletas (Teruel). Admite a los primeros como celtíberos, sin mayor dificultad (ubicados en la Alcarria), pero le queda en el aire la reducción de Althea; y a los lobetanos y turboletas (bebrices o beribraces) los considera incluidos en la expansión política de los Celtíberos en el siglo II a. C., época de su mayor poderío, ocupando un área que no es ya la Celtiberia en sentido racial, pero sí bajo su dominio.

Henri Hubert afirma que “los celtas no dejaron de penetrar en los territorios ibéricos de la costa, sin que parezca que los mermaran seriamente. La abundancia de topónimos en todo el territorio celta con el significado de altura y de altura fortificada (Uxó, por ejemplo, añadimos) es muy significativa. Estos nombres respiran la inseguridad, el estado de guerra o de peligro de guerra y podemos imaginarnos a los celtas de España repartidos en formaciones dispersas en medio de las poblaciones ligures y vigilando los estados ibéricos de fuerza militar considerable en custodia de los fértiles valles del Sur y del Este que los celtas fueron impotentes para arrancarles y más que una población continua los celtas alcanzarían aquí solamente una cadena de puestos”. Admite este sabio erudito francés que “pequeñas bandas de celtas se hayan podido fijar en zona de iberos pero han dejado poca huella porque o se han asimilado o han pasado a través de las mallas de la Historia”.

La situación descrita en el párrafo anterior podría ser la de una de tantas regiones que en la antigüedad se encontraban en el mismo caso de rudos montañeses de escasa integración en el Estado o incluso en el Imperio en el que les tocaba vivir y en el que se mantenían en un estado de insumisión e incluso de violencia no totalmente mal vista entre los clásicos, quizá por tratarse de poblaciones poco numerosas, nómadas o trashumantes, confinadas en las mesetas y partes altas de las montañas, proviniendo su género de vida de épocas más antiguas, anteriores a la existencia de organizaciones estatales, aunque se perpetuaran en ellas, no ejerciendo sobre ellas más que un control nominal. Era una situación conocida y aludida por los escritores clásicos con el nombre de “lesteia” entre los griegos y “latrocinium” entre por los romanos (como se puede comprobar en las reseñas de la guerras celtibéricas). “Bagaudas” es la palabra celta que designa a los individuos librados a este género de vida.

Perfectamente definidos están, entre otros, el caso de Etolia, cuyos habitantes sin salirse de su modo de vida tradicional casi como bandidos llegaron a dominar la Grecia central-occidental (al norte del golfo de Corinto) mediante una confederación quasi-institucionalizada, que desempeñó un papel decisivo en el rechazo de los invasores galos, luego llamados gálatas, que llegaron a profanar el santuario de Delfos (años 280/279 a. de C.). El escenario de las batallas fue el mismo que en el 480 a. de C. frente a los persas: el paso de las Termópilas.

Los Uxii , en el corazón del Imperio Persa, en el monte Parachoatras, son mencionados por Arrian en su “Anábasis de Alejandro” como un ejemplo similar.

Otro caso de bandidaje en las altas montañas fue la región de Isauria, en las laderas septentrionales de los montes Tauros, en Anatolia, cuyo principal poblado Isaura (hoy Zengibar Kalesi) escogió para esblececerse en él y reforzar sus defensa el Gálata Amyntas. Los términos isaurio y bandido llegaron a ser sinónimos. Como en el caso de los celtíberos, estos gálatas (también celtas) proporcionaron numerosos mercenarios y fuerzas auxiliares a los romanos, pero con el transcurso del tiempo, en el siglo IV de nuestra era organizaron su independencia y los romanos tuvieron que fortificar su “limes Isauricus” para contenerles. A finales del siglo V colocaron a su jefe Zenón en el trono imperial de Constantinopla y, en curioso paralelismo con los irlandeses, estos celtas de oriente también tuvieron una temprana cristiandad floreciente.

Se podría citar también en el Norte de Cerdeña la región de GALLURA habitada antiguamente por los gallilenses: Pausanias (7.17.3) nos refiere que “parece que hubo cierta agitación durante el período de la Guerra Civil en Roma del 68-69 y el reinado de Vespasiano, porque este emperador rápidamente regresó a la Isla y la devolvió a la autoridad del Senado y Nerón la reintegró a la “porción” del Emperador” (CIL 108023-4). Un episodio bien atestiguado de esta época es el hostigamiento a unos colonos agricultores llamados Patulcenses por la tribu indígena conocida como los “Gallilenses” (CIL 10-7852 = ILS 5947), que son usualmente interpretados en este caso como pastores sin ley invasores de una pacífica comunidad agrícola.

Como vemos, en alejados y extensos escenarios varios se relacionan modos de vida semejantes protagonizados por el mismo pueblo (los indoeuropeos), de cuya lengua todavía quedan hoy como testigos compartidos, en lugares distantes, topónimos y nombres personales.

Martín Almagro Basch en la HISTORIA DE ESPAÑA de Ramón Menéndez Pidal dedica un amplísimo capítulo a esta cuestión en el que se muestra arrastrado a entender que se produjo una “gran indoeuropeización y una gran celtización en todo el Levante español”, idea a la que habrá que volver sin cesar con todo detenimiento, porque ésa la tendencia actual, con nuevos datos y enfoques teóricos, admitiendo que en la franja costera mediterránea se mezclaron la cultura y las gentes iberas con las indoeuropeas, celtas o preceltas, no siempre con predominio del mismo signo..

A. Tovar y J. M. Blázquez afirman en su Historia de la Hispania Romana que “a Fulvio Flaco se debe la pacificación de la que se puede llamar la CELTIBERIA EXTERIOR, es decir, entre el Ebro y el Saltus Castulonensis, INCLUYENDO LA VERTIENTE ORIENTAL DEL SISTEMA IBERICO, las serranías de Cuenca y la Mancha”.
Los Ólcades....Corominas....................
Se puede señalar algún que otro indicio, como en las inscripciones ibéricas de los plomos de de la necrópolis de l’Orleyl, donde aparece cuatro veces la palabra TURANE, que J. Untermann y F. Villar consideran un topónimo indoeuropeo, no ibérico, precelta, con mayor probabilidad que un antropónimo, en cuyo caso sería la denominación más antigua que se conoce del río o de algún poblado de Vall de Uxó. La doctora Guadalupe López Monteagudo despliega largos argumentos en favor de la penetración celta o indoeuropea en el Levante peninsular:

Cerámica excisa y digitada en yacimientos de Vinarragell y de Borriol, placas de cinturón rectangulares con acanalados en Albacete, Alicante y Valencia, así como escudos rectangulares típicos de La Tène en cerámica de Liria, Oliva y zona de Alicante.

En la Vía Augusta, en la zona de Caldas de Malavella, las inscripciones de los Vasos de Vicarello señalan la mansión de Aquis Vocontis, en cuyo nombre se reconoce el pueblo celta de los Vocontii, “los veinte clanes” en la lengua celta, anteriormente establecidos en el valle del Ródano entre este río y el Durance en la segunda guerra púnica junto con los Tricastini según Tito Livio, registrándose también por otras fuentes la presencia de voconcios y cavaros entre Valence y Avignon; los voconcios dieron un notable historiador a la literatura latina, Trogo Pompeyo conocido en la posteridad a través del resumen de su obra realizado por el también historiador Justino.

Corominas sostiene que el rio Bergantes proviene de Ad Brigantias, de la raíz característica celta BRIGA y tambiés es celta “la Balma” en la misma zona. Los brigantes eran asimismo la tribu celta más populosa de Gran Bretaña y su nombre significaba “los habitantes de las montañas”, cuya capital era Isurium, Aldborough, en el condado actual de York (Eburacum, Eburodunum), cubierto de fortalezas desde, por lo menos, la edad del Hierro, luego oppida celtas construidos sobre el mismo lugar, posteriormente fuertes romanos (Uxellodunum, Uxellodamo, hoy Stanwick y Castlesteads, casi desaparecidos). Ganó fama local la diosa Brigantia y fue célebre su reina Cartimandua.

Balmay, Balmaz, Balme, Balmes, Balmette, Balmey, Balmotte, Bama, Bâmatte, Bâme, Bâmes, Barma, Barmasse, Barmay, Barmaz, Barme, Barmé, Barmeché, Barmes, Barmette, Barmettes, Barmus, Baulmes, Baumaz, Baume, Baumes, Baumettaz, Baumette, Baumettes, Baumine
Grotte, cavité, abri sous roche, falaise, par extension et dans certaines régions coteau, éminence. Bas latin balma, balmensis, « abri sous roche », gaulois balma, « grotte, trou dans le rocher ». (Citar la fuente, + de 30 topónimos sólo en Suiza)

Podemos prolongar esta serie de datos que nos muestran la presencia de celtíberos cerca de nuestra costa mediterránea y considerar que esta presencia no era exclusivamente militar o mercenaria, sino que se descubren nombres celtas entre los titulares de importantes magistraturas de las ciudades del Este y del Sudeste:

Diodoro cita en el área levantina a un príncipe celtibérico de nombre Allucio quien trabó alianza con Escipión en Cartagena en el año 209 a. de C. y Tito Livio a otro caudillo de nombre celta, Tancino, que en el año 141 a. de C. es vencido por Pompeyo en Edetania

En Sagunto, Biulacos era un magistrado monetal, funcionario importante, y Tito Livio nos habla largamente Alorco y también de Abilux, un hispano distinguido, noble, mediador y tránsfuga quien logró quedaran libres los rehenes hispanos retenidos por Aníbal en gran número en Sagunto. Es de notar que Tito Livio, cuando se refiere a los hispanos, parece significar a los celtíberos, puesto que a los iberos, quizá como más conocidos para él, los suele designar por nombres específicos, como saguntinos, etc.

Hay autor que piensa que Ilici es un claro nombre celta y en la Alcudia de Elche puede contemplarse un mosaico helenístico, donde se repite dos veces y muy visiblemente el nombre celta de Sailacos, quien a juzgar por la riqueza del pavimento debió pertenecer a la minoría dirigente junto a otros muchos personajes ibéricos.

Plinio aseguraba que los celtíberos llegaban hasta la Albufera de Valencia, aserción muy verosímil porque la comunicación de la Celtiberia con la Albufera es directa siguiendo los cursos de los ríos Magro (Utiel) y el barranco de Chiva-Torrente, y, aunque este aserto fue tenido por una exageración, se han descubierto posteriormente unos plomos ibéricos en Yátova, cerca de Buñol, donde de lo poco que se lee con claridad es la mención de unos “keltiberes”, ¿celtíberos? (Fletcher; aunque no todo el mundo lo comparte), aparte de que la comunicación de la Celtiberia con la Albufera es directa como queda dicho mediante pequeños cursos fluviales de desagüe de las tierras interiores.

En el área de la Muela de Cortes se encuentra el monte Cinto Cabra (1017 m) junto a la “Cañada de Arriba” (Gabro Sintos, camino de cabras ), El Cinto de los Abates (Río Magro) y la Sierra de las Cabrillas; sigue la cañada hasta Bicorp, Onesa, en dos direcciones, a) Río Júcar, Navarrés, Sumacárcer, Antella; b) Balbaite, Chella, Anna, Alcudia de Crespins o Enguera. Sintoniza con otros lugares donde hay así llamados ‘camino de cabras’ (gabro-sinto, en la Galia y en Britannia). La etimología de ‘cinto’ puede ser ambigua (aplicable a monte o a camino), si bien Cinto Cabra parece un calco de Gabro Sinto, Camino de Cabras, como en Mocófar (Castellón), donde termina la cañada procedente de Montanejos y pasando por la Sierra de Espadán entre Peñalva y Sumet, en término de Vall de Uxó.

Patricia de Bernardo Stempel en un artículo en italiano “Grafemica e fonología del celtibérico” (Religión, Lengua y Cultura Prerromanas de Hispania, 8º Coloquio 1999 Salamanca, pág. 329) señala lo siguiente:
“ s.e.t.i.z.a (K. 19. I) /Sentiza/ < *Senti-dya: gall. Sentidius, sentu- ‘sendero’ ”.

Son numerosos los testimonios que demuestran una penetración recíproca, establecimientos ibéricos en territorio de marcado carácter celta y presencia de celtas en zonas de inequívoca catalogación ibérica, atestiguada lo mismo por nombres de lugar, que de persona, que por restos arqueológicos, como una tumba celtíbera en “Estacar de Robarinas”, una necrópolis ibérica en pleno Cástulo.

Una muestra de esta fuerte interrelación es la adopción por parte de los Celtíberos de la escritura ibérica, alfabeto o silabario, para utilizarla en su propia lengua celta.

Se puede observar, pues, que la CELTIBERIA no se queda en Segorbe como su límite más oriental, sino que invade, con mayor o menor intensidad todo el Sistema Ibérico, Sierra de Espadán y Maestrazgo incluidos. Ni en Segobriga como límite más meridional, pues según Corominas, los Ólcades (étimo de Olocau, nombre de dos municipios de la Comunidad Valenciana: Olocau del Rey, situado en el noroeste de la provincia de Castellón, comarca de Los Puertos de Morella, limítrofe con la provincia de Teruel, que lo rodea casi totalmente; y Olocau (Valencia), comarca del Campo de Turia, en la vertiente meridional del Parque Natural de la Sierra Calderona.) ocuparon las tierras altas valencianas (Utiel, Requena), se proyectaron en dirección a la costa (Altea), intentaron llegar a la costa por Sagunto al inicio de la segunda guerra púnica, etc.

Entre los contestanos hubo infiltraciones célticas que pudieron ser avanzadas de los ólcades: Bélgida en la prov. de Valencia, cerca de Albaida, con fácil acceso a Gandía y al mar.
Nota de Menéndez Pidal: «Peña Cadiella, llamada Pennacatel en la Historia latina del Cid, y Peñacadell en varios documentos, es la moderna sierra de Benicadell, que, en el límite de las provincias de Valencia y Alicante, separa los valles de Albaida, al Norte, y de Cocentaina, al Sur. El Cid reedificó el castillo de Benicadell en el año 1092; era un punto estratégico que aseguraba el camino de Valencia y Játiva a Alcoy y Alicante.»

Ésa es al menos la agresiva imagen que nos han legado de los celtas los autores clásicos, como podemos comprobar en el siguiente texto de Diodoro Sículo (V 32, 5): "Desde antiguo su anhelo ha sido invadir y saquear las tierras de otros y despreciarlo todo. Fueron ellos quienes tomaron Roma, quienes saquearon el santuario de Delfos, quienes impusieron tributos a gran parte de Europa y también a una parte no desdeñable de Asia." A lo que cabría añadir que al final siempre acabarían perdiendo, por su escaso sentido práctico.

Joan Corominas en su Tópica Hespérica, Tomo I, nota al pie de la página 90, dice lo siguiente: “Mi sabio maestro D. Pedro Bosch Gimpera:...En Tolomeo se atribuye a los ólcades Segobriga (Cabeza del Griego, cerca de Saelices, una de las varias Segobrigas, a la que Plinio llamaba Caput Celtiberiae), Valeria (Valera de Abajo), Laxta (Iniesta) y Ergavica (al N. de Segobriga), de la prov. de Cuenca. Quizá Cuenca fue también de ellos, y por los hallazgos de necrópolis hallstátticas y la relación geográfica con Cuenca yo les atribuiría hasta el límite con la provincia de Teruel (necrópolis de Pajarón y Pajaroncillo en la región de Cañete), así como las comarcas de Sta. Cruz de Moya, Utiel y Requena, estos ya en la provincia de Valencia; su límite extremo pudo ser Cofrentes al N. de Ayora y de la fortaleza ibérica de Meca (de los iberos del SE., tal vez los contestanos). Entre los contestanos hubo infiltraciones célticas que pudieron ser avanzadas de los ólcades: Bélgida en la prov. de Valencia, y las supervivencias posthallstátticas en la urnas de la necrópolis de Oliva, límite de las prov. de Valencia y Alicante. El nombre de los contestanos ha sido interpretado frecuentemente como céltico (así, creo, en Holder). Los ólcades serían el grupo avanzado de la oleada de los belgas, que al penetrar desde el Duero hacia el Jalón, empujó a los turones hacia el Jiloca y Teruel, extendiéndose los turones hasta la otra Segóbriga (Segorbe) y tratando de llegar a la costa por Sagunto (inicio de la guerra púnica). Una vez ocupado el Jalón por los belli y titti, las avanzadas belgas de los olcades se desbordarían hacia la prov. de Cuenca ocupando las tierras altas hasta los límites de la Mancha; y allí el límite con los contestanos lo marca El Hito al S. de Saelices. Desde la región de Valera de Abajo a la de Valverde, sobre la carretera Madrid-Valencia, seguirían por donde pasa la carretera actual en dirección a Motilla del Palancar y, pasados los desfiladeros de la Minglanilla, hacia Utiel, Requena y el intento de penetración en la costa valenciana. Al S. del Júcar hay necrópolis posthallstátticas en Valdeganga y Casas Ibáñez, que hacen pensar, junto con la topografía, que tal vez llegaron hasta Albacete. La proyección de los olcades en dirección a la costa y la ocupación de las tierras altas valencianas (Utiel, Requena) coincide con la zona que habla castellano y no valenciano, y yo he pensado siempre que en esta celtización estuvo quizá la razón de la diferencia de lengua, apoyada en una población más afín a la del centro de España que a la de la costa, ibérica”.
Tras esta introducción examinaremos más detalles, en otros artículos, sobre la evidencia de raíces indoeuropeas en nuestra toponimia mediterránea.




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